Corrieron los años para tratar que el sentimiento cambiara, y así también hasta que se volvieron a ver. No era la misma mirada, sin embargo la chispa que los unía reconoció sus pieles. Ese brillo incandescente que ambos tenían se juntaban como antes, como cuando eran niños, que no sabían que pasaba a su alrededor, ni lo que era el dolor, ni el sufrimiento por el otro. No sabía mas que amar a sus muñecos, a sus autos, a sus aviones. Les gustaban ver los aviones, el padre de ella algún que otro domingo los llevaba a aeroparque hasta que salieran los últimos vuelos, soñaban con viajar alrededor del mundo, perderse en una isla y convertirse en leyenda.
Soñaron tanto que se estrellaron, soñaron tanto que se lastimaron, soñaron tanto que amaron y odiaron. El reencuentro fue único, decidieron que era hora de partir, de juntar sus pieles por una buena vez por todas, de emprender un viaje único lejos de todo, el valor hizo que esto fuera posible.
No se bien que paso en sus vidas, sólo se el principio y el final de la historia, quizás en algún momento pueda desenredar un poco el nudo del asunto, y buscar anécdotas para contar, para también soñar como hicieron ellos. Porque sí algo se, es que los sueños no mueren.
