domingo, 26 de febrero de 2012

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Y estamos así, varados en la misma ruta, en esa dónde las valijas pesan poco y las podes armar y desarmar. ¿Qué hacemos tumbados en este cemento?
Respirar, dar de nuevo y respirar.
Día raro 2!

viernes, 24 de febrero de 2012

A la rueda-. [como siempre]


No quiero caer, sin embargo llega ese punto máximo de la inseguridad dónde te tiemblan los párpados y no querés más... No tenés fuerza ni mucho menos voluntad. Gritar, saltar, salir, vivir quiero, tengo ese miedo agónico que me nutre cada poro, tengo ese escalofrío de solo pensar que puede pasar sí caigo, sí no cumplo con promesas, sí mis nudos se atan cada vez más hasta unirme eternamente a eso, un cuerpo, una forma...
¡Qué cobarde! Y lo peor es lo que me pesa tanto la mirada del otro, me pesa tener que pensar que piensa el otro, es un estúpido juego de palabras que me enriedan y me hacen tropezar, caer, rasparme las rodillas. No quiero que se convierta en mi santuario, no quiero verme comer frente a espejos para sentir lo siguiente, no quiero tener que buscar 4 días antes que ponerme para poder sobreVIVIR A MI. No se cómo hacer, no se cómo hablar... quiero estar en ésta habitación hasta que algo me cubra, hasta que decida que estoy lista. Sin embargo tengo la vieja costumbre de sobrellevar la situación sentirme fuerte y salir, no basta con días de ayuno, no basta con sobres de hileret y lágrimas, ya no puedo, eso fui venciendo de a poco, eso fui desarmando. Sólo me queda el encierro, el cansancio de la fuerza hecha, las lágrimas de no poder mas... pero jamás la culpa. Culpa, eso NUNCA!

lunes, 13 de febrero de 2012

*1


Sus días eran monótonos, y era la primera vez que no le interesaba. El pasado tenía tanto color, tantas mariposas decorando sus historias, si cerraba sus ojos podía sentir el suave aroma de las rosas, sentirse acariciada por las ramas de un paraíso que la vio crecer. Crecer, siempre quiso hacerlo, sentirse grande, sentirse mujer deseada y odiada a la vez. Quería que los proyectos tan soñados se cumpliesen, dar pasos agigantados. Si hubiera sabido que todo el futuro se le desmoronaría frente a sus ojos, no hubiera dado esos pasos de gigantes.
Abre los ojos y su realidad es la misma, se llama Mercedes, tiene 28 años y tuvo el dolor más grande que un ser puede sentir.
La vecina intentaba hablar con ella, pero no había muchas palabras para sacarle, sus monotonías hacía entender a todos que ella necesitaba recuperar la paz que le sacaron, digo le sacaron porque así se expresaba ella, al menos cuando decía lo que sentía. Hoy le tocaba psiquiatra, odiaba los mates, esos días oscuros, dónde a nada le encontraba sentido, dónde sentía que con lo poco que hacía no era útil para nada. La psiquiatra llegaba con ese perfume que invadía la habitación, cada hueco quedaba con una porción de su ser. Para Mecha las sesiones eran eso, sólo sesiones, no encontraba una mejoría, ni nada, estaba cansada de jugar al ajedrez, mirar imágenes, y que intenten con rayos láseres saber que pasaba por su mente, estaba cansada de todo ese circo que se instalaba cada semana.