domingo, 7 de febrero de 2010



Que mis lágrimas corran así bien lejos, para que mi amor nunca sepa que un día lloré por él. Que mis lágrimas corran bien lejos, así olvidaré el río Piedra, el monasterio, la iglesia en los Pirineos, la bruma, los caminos que recorrimos juntos. Olvidaré los caminos, las montañas y los campos de mis sueños, sueños que eran míos y que yo no co­nocía. Me acuerdo de mi instante mágico, de aquel mo­mento en el que .un «sí» o un «no» puede cambiar toda nuestra existencia.
Paulo.

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