viernes, 27 de noviembre de 2009


El miércoles fui al psicólogo como cada miércoles, pero este era distinto, iba dispuesta a llorarle. La verdad tenía muchas cosas para contarle pero solo una era la que me hacía tener esas ganas de no respirar. La cuestión es que me senté a esperar que me abra, y me miré las muñecas, una de ellas (derecha) estaba completamente vacía, la otra en cambio tenia todos mis hilos. Quise empezar a separarlos, el que me regaló mi hermanos, el del día de las patronales, la lana verde, el del vestido de mi ahijada y ahí fue cuando vi, uno se había cortado. No uno cualquiera, sino el hilo mas viejo que tenia, que tengo. Debo asumir que me desesperé, que no sabía que hacer, recordé el momento en que lo ate por allá por ese verano lejano. Lo volví a atar, no podía dejar que se me pierda... No podía. Entre al consultorio mirando ese hilo negro, puteando a ver en que momento se pudo haber cortado. Recordé que alguien de mi allegado entorno me pregunto ¿porque tantos hilos? y lo mire mal, porque o sea son mis hilos, que le importa, y le explique más o menos de que eran, pero el negro no le pude dar una expoliación, por miedo, por no querer recordar. La sesión no estuvo mal, nunca esta mal. Lloré todo lo que tenía que llorar, reí varias veces cuando Ariel me hacía darme cuenta de mis actitudes. Pero bueno, la cuestión era mi hilo, y entendí un montón de cosas yo sola, "LA PERDIDA" no se perder cosas, me niego a verme sola, no quiero pensar en que perdí a alguien más... Después de ella, todo duele el doble, el triple... Y ahora estoy en un puto punto en donde no quiero soltar ningún extremo de la cuerda, pero alguno de ellos se va a empezar a desilachar por si solo.

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