jueves, 13 de junio de 2013

Trascendental



Me he levantado especial y vengo a hablar de temas trascendental.


El miedo es una emoción básica, de esa lista de emociones básicas que se representan en los libros con fotos de gente muy fea que desconocía el uso de la espuma para el pelo. El miedo es, para mí, la emoción más importante y más determinante en el ser humano; todo se mueve a partir del miedo - que seamos conscientes o no, eso ya es otro tema.

Podría sentarme a escribir un ensayo antropológico para sustentar mi anterior afirmación, pero no me apetece, así que voy a ir directa a la cuestión: Yo siempre he tenido mucho miedo a muchas cosas. Desde las cosas más simples de hablar con extraños, a cosas más importantes como ser capaz de ser buena madre. La chica avestruz era yo; cuando las cosas se ponían feas me escondía dentro de algún agujero y esperaba a que  la tormenta terminara por cansarse. Pero entonces pasó algo y al meterme dentro del hoyo me mojaba exactamente igual que estando fuera. Y el viento me despeinaba, y al andar me saltaban las baldosas sueltas manchándome los jeans, y todas esas desdichas propias de los días de tormenta. Yo era la tormenta; y por primera vez no podía escapar de ella.

¿Qué pasó? Me acostumbré a la lluvia, simple como eso, aprendí a vivir con el miedo. Joder, vaya que si aprendí. El miedo me dominaba por completo como nunca antes había sido consciente. Seguro que alguna vez te pasó el estar, por ejemplo, haciendo el idiota en la silla de clase sobre las patas traseras, y en una milésima de segundo al impulsarte más de la cuenta, sentir como si fueras a caer hacia atrás justo antes de agarrarte a la mesa y evitarlo. Esa sensación; ese es el miedo. Lo que pasa es que para mí no fue una milésima de segundo, si no años.

Creo que hay un año en especial que ha sido mi Master en miedo, y éstos dos últimos han sido mis prácticas externas poniendo a prueba todo lo que había aprendido. El resultado no ha podido ser más revelador ni más positivo. Hasta yo me he sorprendido por mi forma de hacer las cosas, de pensar y de sentir. De pronto me he visto a mí misma con ganas hablar temas antes intocables con gente antes intocable, renunciando a cosas por mi propio bien, arriesgándome a otras a las que antes jamás me habría arriesgado, aprendiendo a decir que No y lo más importante: aprendiendo a no decir que No a las cosas inesperadas por el hecho de no poder controlarlas.

He dejado de intentar controlarlo todo y de intentar mantener todas las situaciones bajo control. He aprendido a salir sin saber cómo voy a volver a casa, ni con quién, ni a qué hora.  Porque no lo hacía siempre se quedaban ahí, detrás del muro. Y ahora sin embargo puedo notar como pasan y saludan, y me hacen reír - y me hacen llorar-

Me he descongelado. Ya no soy el cubito de hielo que era antes, lo sé. Siento y puedo transmitirlo.  Ahora tengo la certeza de que voy a poder 'querer bien' y no solo 'querer' a alguien, y que no voy a tener miedo a las conversaciones trascendentales, ni al futuro, ni a tomar decisiones. De pronto he entendido que todo ese miedo ya no está, que se ha ido como se ha ido el hielo, y el dolor,  y la inseguridad. Y si tengo que ser sincera, he de admitir que nunca he estado tan bien emocionalmente. Ni para mí misma, ni para nadie. Ahora tengo miedo a otras cosas, pero ese miedo es de los miedos buenos; de los que te impulsan a hacer cosas y a seguir adelante, como el miedo que se tiene antes de caer en un montaña rusa.

En realidad, es bueno tener miedo.

Si no tuviéramos miedo, nunca tendríamos la oportunidad de ser valientes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario