martes, 12 de julio de 2016

fuTUro

Hace dos días te fuiste.
Dos días.
Una imbécil, no me despedí.

Imagino situaciones, charlas que no fueron, pero me gana más la envidia de estar allá, o peor de hacer eso que estás haciendo vos, allá, acá dónde sea. 
No puedo evitar recordar caminar por las calles de Santiago, tienen ese aire de un lugar olvidado, con miradas que gritan, que piden amor. Nunca sentí el sol tan de cerca como aquella vez, ni las ganas del servicio por el resto de mi vida. Tampoco pensé que una yendo tan sola podía estar tan acompañada. 
Me pasa siempre, supongo cosas, las calculo, invento posibles respuestas, no me dejo sorprender. ¿Qué te costaba decir chau? ¿Tanto? Me molesta mi grado de inmadurez, pero ni siquiera lo veo así, en dos meses estás acá de vuelta. Y seguiremos así como dos extraños (inevitable no cantar la canción de Andrelo ahora) Ya me acostumbré, sólo que la distancia de muchos metros no es lo mismo que kilómetros. Son dos meses, y no te despediste. Dos meses
No se que extraño más de vos, si tu sinceridad, tu egocentrismo desvariado o las ganas que me dabas de reír. Aunque a decir verdad, me quedo con el recuerdo, es seco, distante y hasta emocionante. A veces siento que hasta me abraza
Dos días y contando. Tengo preguntas de minita, tengo cuestionamientos absurdos, debe ser el estado febril cardíaco que acabo de inventarme.  Debe ser el querer estar ahí, el extrañar hacer lo que amo, es que no soy ni la mitad de lo que era, y yo se porque. Eso me duele.
N u n c a  me conociste, las últimas preguntas que me hiciste eran tan obvias, no te conté nada de mi, nunca me escuchaste, el ego tan grande que te tapaba los oídos, que lástima. 
Podrías haberte despedido, podrías haberme mensajeado quizá. 
Hubiera sido una gran despedida, la definitiva.-

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