jueves, 18 de mayo de 2017

Clara

Todo estaba como quería pero era irreal porque no llovía. Llevé a Clara al jardín, le expliqué que es importante que vaya, me miró con sus grandes ojos marrones y me dijo que ella no necesitaba rodearse de niños gritones. La abracé y le advertí que a veces no nos queda otra que aceptar nuestro alrededor, se cruzó de brazos y dijo "Está bien". Cruzamos la plaza contando los árboles como cada mañana. Saludamos al guardaparques y al barrendero. Estábamos tan cerca de llegar cuando todo pasó.

 
No puedo contarte lo que te extraño, no puedo numerar las horas que estoy sin dormir pensando cuando te vuelva a ver. En esta habitación no entra el sol, o no lo veo, quizá porque no estás. No recuerdo como llegué acá, solo puedo pensar en tus manos calentitas aquella mañana, puedo sentir aún tu risa. Ya no estás, no vas a volver yo no puedo hacer nada más de lo que ya intenté. 
Encerrada en este cuarto no tengo manera de verte, no tengo manera de cantarte solo puedo repetir aquel cuento una y otra vez:


Había una vez un gigante, solo y gruñón. Vivía del otro lado del bosque, junto a unos pinos de un verde más oscuro. Para llegar a él había que atravesar dos colinas, unos treinta y ocho pinos y cruzaar dos arroyitos, no era imposible pero era mejor no hacerlo. Abundaban las historias del gigante, los pueblerinos inventaban relatos mortales hasta disparatados. [Pero vos mi querida Clara, vos lo querías desde el principio del cuento. Le decías el gigante bufón sin saber el final.]  
Una niña curiosa de tan solo cinco años decidió que debía conocer a aquel gruñón y sin decir nada armó una mochila, con muchas frutas, algunos panes y agua. Caminó bastante, se sentó cuando estuvo cansada, nunca tuvo miedo. 
Cuando bajó el sol sintió unos ruidos, buscó a su alrededor y no vió nada. Un perro salió dando brincos por el pastizal, se le acercó y no dejó de lamerle el rostro. La niña rió por un largo rato. [Como tú risa cuando jugábamos sobre la cama a las cosquillas cada vez que una palabra no te salía, te extraño Clara.] Escuchó grandes pasos, ramas corriéndose y un silbido familiar, ahí estaba él, cubierto de tierra, con un conejo colgando de su hombro. El gigante, el gran gigante gruñón del que todos hablaban. La miro extrañado, la rodeo y observó para todos lados. Le tendió una mano, la niña la sujetó, y sin miedo le preguntó si él era el gigante del que todos hablaban. Con voz grave y clara él dijo: -Sólo soy muy alto, y tengo una voz gruesa, nadie me conoce- La niña lo abrazó, el gigante no tuvo reacción, nunca antes alguien lo había abrazado. -¿Con quién estás?- Preguntó el gigante,  la niña le explicó que quería conocerlo. El gigante decidió que era mejor llevar a su casa, así se encaminaron en el regreso. [Me encantaría que el gigante te traiga de nuevo, que te indique el camino y estés junto a mi]. 
Estaba anocheciendo cuando se acercaron al pueblo. A lo lejos se veían varias luces desparramadas por la zona, si bien el gigante tenía miedo decidió que era momento de seguir, de avanzar y poder ayudar a la pequeña. A penas fueron vistos, los pueblerinos quisieron atarcarlo, pero la niña se puso delante de él abrazando una de sus piernas con fuerza. Su madre corrió a alzarla, y entre llantos le agradeció al gigante, éste sonrió y se presentó, soy Bufón, vivo del otro lado del bosque. Todos bajaron las antorchas y armaron un medio círculo dándole la bienvenida.


Lo repito cada día, en cada momento, pregunto por el gigante quizás estés con él querida hija, al menos se que te cuidará.

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