miércoles, 23 de agosto de 2017

Agosto sigue, no lo mataron

Quizá Dios planeó algo de esto también, mantenerme ocupada lo más que se pueda.

Acá estoy corriendo, viendo cual es la mejor manera de responder wasap sin sentirme atascada ni obligada. Agosto lo sobreviví por él, no tengo dudas. De repente dio un giro de 90 grados me abraza cada tanto y me sonríe en público. No le creo, como no le creo a nadie, pero lo sigo porque es la manera de salir, después de él vendrán más o no, pero al menos lo intenté.

Me percaté que me faltan los colores, que me aboqué a otras cosas y los colores se fueron engriseciendo, raro, porque no tenía ganas de que sea así. Lo noté justo yendo a comulgar después de nueve meses. Ese lugar me pareció inmenso, atrapante, hasta agobiante. No podía dejar de mirar el banco dónde sólo una vez mi ex estuvo ahí, tan distinto, tan intentándolo, tan censurado en su pensamiento hacia la iglesia.

Pasaron tres días, no siento que tenga la agilidad para escribir fluido o coherente, no tengo las ganas ni las ideas claras. Tengo las uñas demasiado largas me duelen los dedos, hoy me arranque dos, si bien me las podía arreglar no quise, como muchas cosas que tengo que hacer simplemente no las pretendo hacer.
Tengo el pelo alborotado, los ojos hinchados y todavía no pasó el finde, ni las fechas debidas ni su muerte. Estoy arrimando la cabeza a estar lo más -normal- que se pueda, estoy ahí en el límite de ser la ideal y la que en realidad está saliendo de sí misma. Tengo miedo, de todo esto, es como una gran maraña que no se termina de desenredar. 

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