MARGA.- No te ates demasiado a mi. Recuerda que algún día tendremos que separarnos.
PABLO.- Ya me lo dijiste la primera vez, pero tampoco eso soy capaz de imaginarlo.
MARGA.- Tienes que ir acostumbrándote a la idea. piensa que esta noche puede ser la última.
PABLO.- Ni ésta ni ninguna. ¿Crees que, ahora que te tengo, voy a dejarte marchar?
MARGA.- No podrás impedirlo porque no lo sabrás. Simplemente, una mañana al despertarte me llamarás de monte a monte: ¡Margarita...! Y Marga ya no estará aquí.
PABLO.- ¿Pero qué estás diciendo? ¿Es una despedida?
MARGA.- Es una advertencia para cuando llegue ese día. ¿No has sido feliz hasta ahora sin mí?
PABLO.- Era distinto. Antes de llegar tú el mundo estaba lleno de cosas. Ahora ya no hay más que una rodeándome como un cinturón de lumbre: ¡Marga, Marga Marga...!
MARGA.- Gracias. Aunque toda mi vida se redujera a este momento solo, ya valdría la pensar por haber oído esas palabras. Pero no te entregues demasiado a una mujer. ¿No te gustaría volver a la montaña?
PABLO.- Ya es tarde. Allí sólo perdía el sueño cuando tenía hambre, o cuando me dolía una herida, o cuando me despertaba el miedo. Ahora tú mi única herida, y mi hambre, y mi miedo.
MARGA.- ¿Te doy miedo yo?
PABLO.- Esta noche, sí, porque no es una noche como las demás. ¿No sientes que hasta huele de otra manera?
MARGA.- Es el otoño. Olor de tierra mojada.
PABLO.- No basta. El olor de la tierra y el de tu piel también están aquí. Ya lo estaban la primera vez. Pero hoy es algo más profundo... Algo misterioso, que se ha metido aquí dentro como el día de la corza y el día del relámpago. ¿No lo sientes en el aire?
MARGA.- Ahora, sí. Y también a mi me da miedo, porque tampoco yo lo había conocido nunca.
PABLO.- Es como si me sintiera ir cayendo en una trampa donde voy a perderme. Y sin embargo, ¡quiero caer! ¿Por qué esta noche es todo tan distinto? ¿Por qué el primer día el más fuerte era yo, y ahora toda la fuerza la tienes tú?
MARGA.- ¡Sálvate de mí, Pablo! ¡Todavía estás a tiempo!
PABLO.- Es inútil; ya no puedo volverme atrás, y aunque pudiera no lo haría. Tú que lo sabes todo, ¿qué es esto que estoy sintiendo al mismo tiempo en el alma y en la raíz de la sangre?
MARGA.- No se... Ojalá sea lo mismo que estoy sintiendo yo.
PABLO.- ¿También a ti te tiemblan dentro las palabras antes de decirlas?
MARGA.- También.
PABLO.- Pero entonces no hay solamente dos cosas grandes. Además de Dios y de
MARGA.- ¡Sí, Pablo; hay un tercer misterio, que es un poco como sentir a Dios y un poco como sentirse morir!
PABLO.- Dime esa tercera palabra. ¡Quiero oírtela a ti!
MARGA.- No hace falta, querido. Esa tercera palabra, cuando es verdad, es mejor decirla en silencio... Así...!
La atrae dulcemente, y luego con pasión entregada. Mientras se besan cae lento el TELÓN.
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