martes, 6 de julio de 2010




Y siempre me afirmaron que del amor al odio hay un solo paso, y HOY ELLA LO AFIRMÓ. Sonrientemente no titubeo y dijo basta, colgó el teléfono y decidió matarse. Si, matarse, no podía vivir con tanto amor dentro, ya no la dejaba respirar, decidió lo más difícil ir en contra de su vida, de su creencia, de su fe. Corrió por el pasillo, aquel que tantos recuerdos de la infancia le traían, buscó baldes llenos de agua y decidió limpiar, sacar todas las telarañas que había a su alrededor... Era temprano, se escuchaban los movimientos mañaneros de los vecinos trabajadores, a ella no le importó, salió a la vereda a despedirse de ese ruido, sacudió las alfombras, arreglo el jardín de adelante y entró. Parte estaba terminada, faltaba la cocina comedor y su habitación, aquella la dejaría para lo último. De cada modular, sacó vasos, platos, cubiertos, tazas, adornos que ni sabía desde cuando tenía allí, tiró cosas, las inútiles las embolso y las dejó en puerta para salir. Lavó repasadores, ordenó por colores las servilletas de tela, siempre fueron de su agrado aunque no las usara seguido. Lavó cada olla, hasta dejarlas relucientes, tiro floreros, siempre le parecieron inservibles, nadie, ni siquiera él le traía flores. Dejo cada parte reluciente, ni ella reconocía su habilidad por la limpieza. Decidió tomar un té cuando el teléfono sonó, obviamente no quería contestar pero debió hacerlo. Misma publicidad, mismo evento, ganó un auto, claro "ganó" ¿Y las cuotas? ¡Que disparate! Llegaba el momento pero no le importaba, debía vaciar su alma, debía limpiar su habitación. En puntillas de pie entró en ella, como si alguien pudiera saber que allí terminaría su cuerpo. Embolso toda la ropa por estaciones, guardo ropa interior nueva, la vieja la separó, colocó las remeras por su color y aquellas polleras también. Los calzados los ubicó cada uno en sus respectivas cajas tenía la costumbre de no tirarlas, cosas de viejos siempre pensó. Desinfectó todo, prendió uno de sus sahumerios predilectos, y encendió dos velas. Se puso a rezar. No sabe cuanto tiempo pasó desde la última vez que agradecía tanto por su vida, pero ésta era la última. No lloró, sintió que no había porque, su decisión era sabia, debía dejar de soñar. Buscó los comprimidos, y por cada uno de ellos pensó en el mal que le hacía a él, no por lo que iba a hacer, sino por su día a día. Por la lucha que dejaba su amor, la impotencia que hacía que todo sea igual cada día. Recordó, sus ojos y tomó la primera, recordó sus besos, y tomó dos de aquellas rosadas y simpáticas pastillas. Tomó la tercer tanda que no sabía cuantas eran por las noches de amor entregadas a él. Tomó la última cuando recordó la vez que lo engañó. Culpa. Eso era, ella había decidido dejarlo en paz de alguna manera, y la única que encontraba, y para ella la única solución lógica inevitablemente fue la muerte. Sonrió cunado pensó todo de nuevo, no había arrepentimiento alguno, sabía que así ÉL se salvaría. Sintió sueño se tapó, y durmió. SÍ, PARA SIEMPRE.




otra vez tenía ganas de escribir

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